La hipótesis de una Guerra Semiótica Irrestricta contra el populismo latinoamericano permite comprender el hostigamiento que padecen algunos líderes políticos a escala local, regional y global. Se manifiesta en el ataque constante que hacen los monopolios mediáticos a cualquier cosmovisión contraria a los intereses de la Corporatocracia. Su finalidad es la demonización y proscripción de una cosmovisión basada en los derechos humanos y el igualitarismo, para imponer y consolidar una cosmovisión basada en el fundamentalismo de mercado y darwinismo social. El ataque acontece a nivel semiótico. Por ello, el exterminio de los sujetos empíricos que la reproducen no basta. Requiere una dictadura del sentido. La Cultura digital y de convergencia tecnológica, con su tiranía de la inmediatez y ubicuidad, fortalece y, a la vez, paradójicamente, fragiliza las semiosferas totalitarias que intentan construir los monopolios mediáticos. Para comprender esta complejidad, haremos un abordaje desde el paradigma de la Nueva Ecología de los Medios y la Semiótica. La instalación del Neoliberalismo en América Latina se logró mediante dictaduras cívico-militares. La tensión generada por la desigualdad de un modelo que nunca derrama hacia las mayorías populares, ha sido sistemáticamente reprimida. La Operación Cóndor es un ejemplo, ya que fue (…) un acuerdo multilateral entre las dictaduras de seguridad nacional del Cono Sur dentro del sistema continental de contrainsurgencia promovido por los Estados Unidos. En noviembre de 1975, Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay firmaron un pacto que permitía a sus fuerzas de seguridad coordinar la represión contra los exiliados políticos del Cono Sur por fuera de sus fronteras nacionales y atentar contra destacados dirigentes con influencia en la opinión pública internacional, incluso en Europa y Estados Unidos. A los países miembros iniciales, se sumó al poco tiempo Brasil, quien había asistido como observador. Posteriormente, adhirieron Ecuador y Perú, aunque con una participación más esporádica. (Garzón Real, 2016, p.83) El populismo vivido en algunos países de la región durante la década pasada, impulsó una distribución de los ingresos más equitativa. Asimismo, logró una ampliación de derechos humanos. A pesar de ello, se observa una restauración neoliberal en países clave del continente como Argentina, Brasil, Ecuador y Chile. La voracidad de las élites no tiene límite. Tanto es así que el 1% de la humanidad controla casi toda la riqueza del mundo. Esto es consecuencia de uno de los engendros del Neoliberalismo, a saber: la Corporatocracia. A medida que se expande sobre la faz del Planeta, aumenta la concentración de la riqueza. Se comporta como una secta aristocrática coordinada con los servicios de inteligencia norteamericanos. Tiene intereses en grandes empresas multinacionales y ejecuta acciones tendentes a coaccionar a gobernantes y políticos para tener las condiciones administrativas y jurídicas que más convienen a sus intereses (Páez, 2011). Ahora no es cuestión de la ausencia reguladora del Estado, sino, por el contrario, de su parasitamiento. Se privilegian intereses particularistas en nombre del bien común. Una de las astucias retóricas para enmascararlo es invocar la supuesta regulación natural del mercado, cuyo orden sagrado e inmanente no debe ser alterado. Otra astucia es invocar la austeridad y lucha contra la corrupción (siempre del gobierno anterior), con el objeto de justificar medidas de ajuste y quita de derechos humanos adquiridos.