Al analizar la cerámica el arqueólogo aborda los motivos decorativos como prueba de la proveniencia temporal y espacial del objeto y como un indicio de la identidad de los grupos humanos que la produjeron. Esto ha dado lugar a estudios comparativos con el objetivo de establecer clasificaciones y tipologías susceptibles de ser analizadas desde perspectivas antropológicas e históricas. Además de fechas, lugares y personas, la ornamentación también ofrece información visual que constituye un entramado de unidades significativas dotadas de un sentido textual, susceptible de ser analizada con los recursos de la semiótica de la imagen, como sucede por ejemplo con las vasijas tipo códice de Mesoamérica. Pero hay una dimensión de la apariencia de los objetos cerámicos que trasciende las identificaciones y da una dimensión más amplia a las imágenes, se trata de los efectos figurativos que inducen y llegan a transformar la apariencia misma del objeto funcional desnudo, pues modifican la forma y la identidad misma de los objetos. Es así que una jarra se torna en un ave, un vaso en una deidad o un humilde cuenco en un cosmos. La decoración escapa así a su carácter, diríamos, superficial y superfluo, mero añadido a un objeto que ya de por sí posee una sólida presencia e identidad funcional (un recipiente, por ejemplo) y asume el papel de otorgadora de una identidad figurativa (icónica). Para analizar este tipo de efectos de sentido es posible recurrir a la semiótica del cuerpo, en especial el cuerpo-envoltura o cuerpo-piel, verdadero modo en que el objeto se presenta ante el mundo (Fontanille). Si la masa y el volumen dan al objeto un lugar en entorno inmediato, la envoltura figurativa (la palabra decoración se queda corta) marca el límite entre el objeto y el mundo al tiempo que sus sinuosidades dan forma al volumen. El objeto en cerámica adquiere así una nueva identidad que rebasa el entorno inmediato de su manipulación y de su interacción con cosas vecinas: el ave vuela a la selva, el dios se sitúa en el panteón y el cosmos se despliega en nuestras manos y ante nuestros ojos. Así la ornamentación aparece como un recurso para ampliar el alcance de los objetos, su affordance, y darle nuevas formas al transfigurarse y transfigurar al mundo.