Si el discurso social tiene respuesta para todo, entonces las innovaciones, los discursos que provocan una ruptura crítica, sólo podrían encontrarse allí donde la red de las mallas sociodiscursivas se deshace y donde, a través del agujero, podría verse aparecer una lógica otra. De la Argentina de los últimos años podemos tomar dos ejemplos, discursivamente contradictorios, aunque ambos con vocación contradiscursiva. Por un lado, una formación política cuyas prácticas discursivas pretenden una ruptura con el discurso político tradicional. El discurso de Cambiemos pretende ser fundacional, en total desconexión con el pasado y con toda la tradición política, económica y social del último siglo de la historia argentina. Una discursividad similar define las prácticas del llamado movimiento de mujeres, que adquiere un protagonismo insólito en la escena contemporánea y que, como el discurso político del gobierno, asume la ruptura con el pasado y el presente, en este caso patriarcal. Nuestro interés son ambos fenómenos sociales en tanto que procesos de producción de sentido. Y, aún más, su relación con la hegemonía discursiva y con la posible irrupción de lo nuevo, en dos discursos que coexisten, en el débil margen de maniobra de la innovación. En principio, pensamos que uno de los discursos pretende, como dice Angenot, innovaciones aparentes. Retornos de lo olvidado, una reactivación de formas arcaicas para que parezcan nuevas, una manera de responder a la coyuntura poniendo en tela de juicio ciertas dominantes, pero sin ir más allá… Nuestra hipótesis es que el discurso feminista, en cambio, sí podría constituir una novedad histórica. Una formación/entidad discursiva que tensiona la red de la semiosis social y consigue abrir un agujero por el que se cuela una lógica otra. Un indecible que se vuelve significante y despeja el camino para la irrupción de lo nuevo.