Décadas de giros, tras marear la especificidad de las disciplinas y sus métodos, nos brindan hoy la idea de que el conocer se trata más de la identificación de trayectorias que de la definición de objetos. La obra de arte en la contemporaneidad provee un rico ejemplo de ello. La idea de que ninguna manifestación material es por sí misma una obra de arte, es la premisa del arte tras la caída de los grandes relatos. Desde entonces, el desarrollo de la práctica artística y la reflexión teórica invitan de modo deliberado a la consideración del arte como un estado, relacional, dinámico y abierto que, para ser, debe vincular activamente lecturas que posicionen -temporalmente- como artísticas a heterogéneas materialidades. La imagen de la obra de arte como algo espeso modeliza esta dinámica. Para designar cuál es la obra de arte no alcanza con señalar una materia, sino que deben atenderse a las codeterminaciones de sentido de las que ésta participa, es decir, a los vectores por los que ésta se conecta con otros textos, categorías o referenciaciones. Algo espeso, de hecho, porque esas trayectorias de sentido que señalan a algo como artístico pueden ser muchas, concordantes o contradictorias entre sí, pero coexistentes. El ensanchamiento de la verdad que promueve la visión transdisciplinaria en la ciencia de fin de siglo XX, tiene como correlato esta perspectiva. Ante un mundo multidimensional, es posible describir diversas dimensiones de un fenómeno en términos de topologías. Desde la sociosemiótica, esto equivale a la consideración de que un discurso pueda participar de diversos fragmentos de la red semiótica en simultáneo. Partiendo de estas ideas me propongo analizar en términos topológicos los diferentes sentidos que propicia la categoría arte sonoro en el recorte espacio-temporal de Argentina en el cambio de siglo, a partir de la observación de las conexiones que ésta establece con otras que, como nodos, pueden hacer visibles los caminos del sentido que arte sonoro puede manifestar en cada situación y circuito. Para esto atiendo al universo paratextual -compuesto por catálogos, páginas de artista, registros, gacetillas de prensa, entre otros materiales- donde se manifiesta la convivencia de la categoría arte sonoro con otras ocurrencias. Por ejemplo, cuando alrededor de la expresión arte sonoro hallamos la de música experimental, instalación sonora o arte electrónico, se evidencian diferentes situaciones de acceso y conectividad de la categoría que, vistas en su pluralidad, permiten describir las múltiples acepciones que conforman el espesor del arte sonoro en la contemporaneidad.